martes, 16 de septiembre de 2008

Derb Ghalef, "El Rastro" de Casablanca

No tiene el aire romántico de El Rastro, ni las empinadas cuestas que suben y bajan por el Madrid antiguo, rodeando la perenne figura del insigne Eloy Gonzalo, el Héroe de Cascorro. Nuestro lugar está en el medio de la gran urbe, arropado por la típica violencia de ciudad grande y desgastado poco a poco por los inmuebles de esta Casablanca que se levanta a golpes de martillos, vigas y cal. Edificios que rasgan espacios, conquistan antiguos aparcamientos con una pléyade de guardianes, unos decentes y otros falsos, cerrando lugares antes amplios. Aquí se mueve toda la mercancía que entra en Marruecos; aquí llega el producto del contrabando que entra desde Ceuta y Melilla. Los teléfonos y satélites se descodifican en el paraíso de las telecomunicaciones al margen de la ley. Las ropas de marca falsificadas, los relojes Pierre Cardin, o "Pierre Ghalef" se amontonan, se agitan, se tiran, se venden al mejor postor a precios imposibles.

Derb Ghalef no es sino representación escénica de este gran mercado al aire libre que es Marruecos, ese "zoco loco" donde se compran y venden mercancías de dudosa proveniencia y dudoso tráfico legal. Por sus sucias y laberínticas callejuelas se mezclan hombres con chilaba, largas barbas cuadradas y gorra paquistaní, estilo el tebeo JUHA, que descodifican teléfonos móviles con jóvenes entre los montones de ropa de marca copiada con frecuentes nombres reconocidos y sorprendentemente próximos a las marcas originales. Se venden antigüedades que fueron objetos y muebles del día a día de familias judías, francesas o españolas en los tiempos de la colonia, al lado de frigoríficos de segunda o tercera mano y todo tipo de instrumental para la mecánica del coche. Teléfonos móviles, originales, nuevos, seminuevos, robados, son regateados y vendidos al mejor postor, mientras enfrente un grupo de fieles devotos entona su rezo a su Dios hincando la rodilla en la tierra, en el interior de una mezquita improvisada...

Esta es la maravilla de Derb Ghalef, una experiencia inolvidable, una aventura de riesgo, imprescindible de visitar en mi gran ciudad.

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